Soy escéptico a los sistemas o dogmas humanos: la ciencia moderna, las religiones, la metafísica y los sistemas políticos y económicos ¿En qué creo? He encontrado que en la duda sensata está la respuesta: Cogito ergo sum.

16 abril, 2013

Sobre fines del mundo



El 21/12/12, se vaticinó el “fin del mundo” y fue esperado por decenas de miles de personas alrededor del mundo. Muchos no sabían lo que significaba, pero el poderío de Hollywood y de los medios por fin lograron sembrar dudas y miedo en muchos, tanto como para esperar cualquier cosa: un meteoro, un viento solar, la oscuridad total, naves espaciales, un gran terremoto, inundaciones… Todos estuvimos pendientes, de alguna u otra manera, de los eventos mundiales mientras iban pasando las horas. Todos dimos opiniones, algunos a favor, otros en contra, unos con indiferencia otros con interés. Las redes sociales, los periódicos, los noticieros, la radio, el Internet también difundieron sus posiciones objetivas o subjetivas. Hasta el comercio se vio beneficiado de alguna manera.
Pero más que esa fecha extraña, curiosamente con cierta simetría numérica, hecha por una civilización que vivió en la Tierra hace varios siglos y que desapareció misteriosamente; se nos revelaron muchos aspectos de la propia naturaleza humana, así como de la sociedad en general y del poder de los medios. He enumerado algunos puntos que se pueden extraer de esta experiencia. Veamos.

  1. La gente repite lo que oye en la calle y lee de fuentes no objetivas. Muchas de las opiniones que uno pudo escuchar provinieron de malas interpretaciones, de teléfonos chochos y de fuentes deseosas de propagar una mentira nueva, un rumor fantástico, un vaticinio morboso; nunca de datos fehacientes, sometidos a un juicio de expertos o criterios científicos. Parece que no nos preocupamos por corroborar las cosas, por pereza o por falta de tiempo.
  2. Algunos quizá no creían que no se acababa el mundo, pero no sabían por qué. Muchos, por siempre llevar la contraria, parecer interesantes en una conversación o creer que pueden conocer más que los que no conocen, argumentaron su duda al respecto sin utilizar ningún fundamento en nada particular, sólo en sus propias opiniones que, por supuesto, los pone en el mismo saco de los que creyeron sin saber porqué. Escuché argumentos tan absurdos en contra como los que estaban a favor.
  3. Los países desarrollados no superan a los “subdesarrollados” en materia de ignorancia. Algunas encuestas que se difundieron arrojaron datos espeluznantes: China 20%, Argentina 12%, Estados Unidos 10%, México 11%... (confieso que no corroboré las fuentes ni la incertidumbre del estudio), además de los países europeos. Lo que nos advierte sobre un hecho muy importante: desarrollo económico no implica objetividad en las creencias. Así que habría que redefinir el término “desarrollo”. (Sería bueno hacer un estudio de correlación entre ambas variables).
  4. Se tergiversan muchos términos y conceptos bíblicos (que son los que tienen más significado en estos temas por ser el “libro del fin”). La mayoría de las respuestas escépticas y comentarios en este hemisferio occidental, se esgrimieron desde la acera cristiana, como podía preverse. Sin embargo, mucha gente (personas comunes y corrientes, comentaristas, periodistas, etc.) se refirió con terminología bíblica escatológica (estudio de los tiempos finales) como Armagedón, Apocalipsis, Juicio Final… como sinónimos. Lo cual es incorrecto. Armagedón es la trascripción griega de la palabra hebrea Harmegiddo (En hebreo monte de Meggidó, situado en una antigua ciudad de Israel a la par de un inmenso valle), donde según el Apocalipsis (16:16, 19:11-19), se llevará a cabo la gran batalla entre los ángeles de Satanás y los ángeles de Dios. No es el fin del mundo según lo entienden algunos, es el lugar de una batalla que ocurriría antes del gobierno del Mesías por mil años y mucho antes del Juicio Final. Por cierto el Juicio Final es precisamente eso, un litigio con Juez, abogado y por supuesto, acusado (Ap. 20:11-15). Y Apocalipsis es el nombre del último libro del Nuevo Testamento, escrito por Juan en la isla de Patmos en el Mediterráneo, y significa Revelación. Es culpa de la Cristiandad, no cristianismo, al siempre dar ideas difusas de las doctrinas bíblicas. Muchos dicen ser cristianos o católicos, pero desconocen los fundamentos de su propio libro.
  5. El aparato mediático influyó de una manera especial. No cabe duda que el amarillismo es una enfermedad en la sociedad. El ser humano por naturaleza es morboso, le gusta ver pleitos, accidentes, desastres, muerte, sufrimiento de otros y por supuesto, fines del mundo. Y los medios, conocedores de esta verdad, aprovechan como mercachifles de la información para propagar el miedo y difundir la paranoia. Cosa que, el gran imperio de las ideas equivocadas y antojadizas de esta era, Hollywood, aprovechó esta situación para entregarnos su perspectiva (errónea, absurda, fantasiosa) y sembrar el terror en las mentes débiles que compran sus películas y van al cine.
  6. Sólo fue uno de los 184[1] vaticinios similares. Ese número nos da una luz de lo que ha pasado través de la historia, en diferentes épocas y por religiones distintas: en cambios de milenio o de centuria, venidas de Jesucristo o cosas similares. 184 vaticinios anteriores que nos revelan la tendencia del ser humano  por temor a lo desconocido o por siempre creer que cuando un oráculo del fin de todo lo que conoce está cerca, debe creerlo, sin preguntarse realmente por una explicación a todo esto. Es un miedo natural al fin de las cosas.
  7. El miedo y la opresión de la conciencia son los elementos que usan los gobiernos, comercios y religiones para subyugar las mentes. Aquí no hay mucho qué decir además del subtítulo. La religión ha subyugado las mentes de sus fanáticos imponiéndoles dogmas y negándoles el derecho a cuestionarlos, pronunciando sentencias condenatorias y señalando con el dedo inquisidor de un dios castigador e inclemente. El mismo sistema lo utilizan los gobiernos subiendo impuestos, creando leyes, siendo corruptos impunes… y el comercio, haciendo mercancía de la desgracia de ser ignorante, para vender esperanza y salvación. Yo me pregunto, ¿para qué vendieron refugios y no los regalaron? ¿para qué habría de servir el dinero de las ventas a los comerciantes si el mundo iba a dejar de existir? ¿por qué aquellos que los compraron no notaron esto? Respuesta, el miedo es un gran negocio.
  8. Las religiones del mundo, así como las creencias especiales de grupos sectarios y nueva era, convergen de manera indeterminada cuando se trata de cuestiones escatológicas, convirtiéndolas en una nube difusa de creencias en conflicto. Tal vez esta era es la que tenga más creencias que nunca antes. La ignorancia, otro gran negocio, ha hecho pulular multitud de religiones, sectas, denominaciones, creencias particulares y cultos. Quizá haya un culto nuevo cada día o haya uno por cada cabeza, no conozco una estadística certera. Sin embargo, en cuestiones escatológicas, pareciera que todas convergen en similares consecuencias. Lo que da una luz del fundamento con que fueron originadas estas creencias, pues si todas tienen doctrinas distintas, no habría manera de que estuvieran de acuerdo en un hecho como el del 21-12. Esto se llama sincretismo, donde algunos sistemas de creencias se parecen a otros, toman y quitan partes de aquí y de allá, se entrelazan, se combinan, se enredan, en fin… pierden peso y estabilidad. Pero otra condición del hombre moderno es la de parar el oído cuando hay alguna idea nueva, revolucionaria, mejor; como si ya no existieran suficientes creencias.
  9. Es un problema de incultura y no falta de información. En un programa de radio, escuché al célebre Jacques Sagot opinar al respecto de esta fecha y me llamó la atención esta diferenciación que hizo. No es falta de información, pues a la mano está, en la mayoría de los casos, un universo de información llamado Internet. No imagino haber tenido esta herramienta al alcance en mi tiempo de secundaria, siendo la esponja que era, sería ahora un notable erudito (o un charlatán ecléctico), pero hay un fenómeno que lo veo en los salones de clases: entre más información haya disponible, menos personas quieren tomarla. Es casi matemático, información accesible es inversamente proporcional al interés de las personas. Pero sí hay incultura, que es una consecuencia de este exceso de información. También parece ser que al abrirse este abanico de posiciones, evidencias, opiniones, estudios… las personas o llegan a ser expertas en nada o eclécticas, pero sin un criterio firme, determinado. Es un problema filosófico del campo de la pedagogía que hay que tomar en cuenta.
  10. Desconocimiento de las matemáticas elementales y de la ciencia en general. No hay nada más imperfecto y de uso cotidiano que los calendarios. La determinación del tiempo ha sido un problema histórico. Todas las grandes religiones tienen su propio calendario y ninguno es tan inexacto como el nuestro, el gregoriano. Los mayas por su parte, tenían el suyo, dispuesto de tal manera que coincidiera con su cultura y sus ritos, su agricultura y adoración a los astros y cosas. Utilizaban múltiplos de 4, 5, 13, 20… completamente diferente a nuestra base judeo-babilónica de 7 y 60. Así que luego de que encontraran este calendario particular maya, alguien calculó su equivalente gregoriano (alguien no, fueron muchos y distintos) y dijo que el final de la era maya sería el 21-12. Pero sólo es una de las diversas posiciones, pues hay otras (no sé cuál es la más fidedigna) y resultó que al no haber una fecha posterior a esta última, sería el fin de todo. Pero estos chapuceros que propagaron la idea, no tomaron en cuenta que la concepción Maya del tiempo era cíclica. Si termina ahí, es porque vuelve a comenzar. Por otro lado, no hubo evidencia de alguna situación fuera de lo normal en los vientos solares, actividad del campo electromagnético de la Tierra o de algún peligro de colisión de algún asteroide intruso. Los planetas estaban en las posiciones en las que debían estar en sus órbitas y todo transcurrió normal Por cierto, astronómicamente, nunca puede existir una alineación perfecta de los planetas, pues la velocidad, trayectoria, órbita, distancia al Sol y gravedad, forma un intrincado sistema de ecuaciones diferenciales cuya solución particular (que haya alineación) sería improbable, y si ocurriera, no pasaría nada tampoco.
  11. Leer y publicar cualquier cosa en Internet, promueve la proliferación de teorías falsas. La libertad que tiene cualquier persona de publicar lo que se le antoje (como este artículo) complica las cosas. Los artículos serios y estudios de páginas científicas oficiales se confunden con blogs de opiniones, comentarios sin base científica alguna, pseudos-ciencia, charlatanería… como derramando veneno a un vaso de leche. Esto ocurre sobretodo en las redes sociales, donde la cantidad de amigos o seguidores de una persona determinada (científica o no) hace propagar exponencialmente un rumor u opinión, y lo convierte en una teoría aceptada a nivel mundial. Otra vez, como en un teléfono chocho.
  12. Contradicciones de los mismos descendientes de los Mayas. Ni siquiera estos mayas estaban de acuerdo. Escuché los criterios de por lo menos tres distintos sacerdotes mayas en los medios, y todos dijeron cosas distintas, casi diametrales, sin ningún punto común o una estructura sólida. Lo que me hizo pensar en la peor de las posibilidades: ni los propios mayas conocen su legado ni saben interpretar su calendario. Cosa que no me parece tan descabellada, pues la cultura en la que se basó este calendario, no es la misma que la que vive en las regiones de la península de Yucatán. Los Mayas desaparecieron hace cientos de años y no hubo continuidad en su legado cultural. Lamentablemente, se perdió como se perdieran miles de textos de la biblioteca de Alejandría en el siglo IV. Así que, nunca sabremos con certeza.

Sin duda hay algo que si habrá al final de los tiempos II Ti 4:3-4.




[1] Ese dato es aproximado. Lo escuché de una fuente suficientemente confiable (Jacques Sagot, erudito, pianista, escritor, embajador de Costa Rica en Francia) el mismo día 21-12 en el programa de radio Nuestra Voz, de Amelia Rueda.