
Las
cifras alrededor de este ambicioso proyecto son casi astronómicas. Se han
invertido aproximadamente 2,5 billones de dólares, 10 años de investigación y
muchas mentes trabajando con el propósito de enviar a este Rover a recorrer sobre el suelo rojo para esperanzar a los físicos
para que ellos se ufanen de su “dominio” sobre las leyes físicas y cálculos
matemáticos y sus logros intelectuales.
Ahora,
el Curiosity está en Marte. El hombre
consigue una conquista más en el espacio y extiende los límites de su
inteligencia y dominio sobre la naturaleza, es mucha la inversión y mucho que
perder. Pero nuevamente el orgullo estadounidense se impone a las adversidades
del universo y celebran una victoria que nadie les estaba pidiendo. Es simple
curiosidad…
¡Qué
curioso que el hombre pose su vista sobre lo que no puede alcanzar con el resto
del cuerpo, cuando en su propio entorno, queda aún mucho por conquistar!
¡Qué
curioso que los científicos no estén haciendo nada viable por el problema del
calentamiento global y el consecuente derretimiento de las masas polares y el
aumento de la temperatura de la Tierra!
¡Qué
curioso que siga habiendo deforestación y especies en peligro de extinguirse!
¡Qué
curioso que no exista un combustible alterno y factible, que no contamine y que
sea barato!
¡Qué
curioso que no hay todavía una aparente solución a la provisión de agua potable
y alimentos para un plazo de 50 años!
¡Qué
curioso que no hayan explorado todavía ni un 5% del océano!

¡Qué curioso!
Pero el
hombre quiere conquistar a control remoto y dominar un desierto rojo, para ver
si algún día tiene que habitarlo, por lo que no ha podido hacer en su propio
planeta. Es la esperanza inútil del soberbio científico en otro mundo ante su
inoperancia e incapacidad en el que habita.